Llevo muchísimo tiempo sin deleitaros con algún (brillante) artículo. La verdad es que estos días he estado muy liado con los preparativos de una fiesta en mi casa para ver los Oscars. Por cierto, todo el mundo dice que fueron previsibles pero hasta hace quince días la favorita era La red social (a pesar de contar con menos nominaciones que El discurso del rey…). Es más, la misma noche de la ceremonia David Fincher seguía siendo el gran favorito para llevarse la estatuilla al mejor director. Pero claro, sin el titular manido denunciando la previsibilidad de los premios, los Oscars no serían los Oscars.
Ya lo dije una vez, pero lo repito: si lo previsible es que gane una buena película, entonces los premios de la Academia son súper predecibles, gracias a Dios. Sin embargo, los Goyas se esfuerzan por dar sorpresas y hacen el ridículo encumbrando una película donde el enfermo del director tiene la desfachatez de sacar a una niña de 14 años desnuda. Eso en la vida real se llama pornografía infantil o, como mínimo, irresponsabilidad patológica. En el cine español, los progres de pega lo llaman arte y lo premian con nueve cabezones. Patético.
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Melissa Leo, nerviosísima con su Oscar conseguido ayer |
Pero volvamos a los Oscars. Estaba contando que monté un plan en mi casa para verlos. Al evento acudieron unas quince personas. Mientras veía el famoso desfile por la alfombra roja pensé en la cantidad de actores que han decidido dejar el cine por las series de televisión, ayudando a la pequeña pantalla a alcanzar el éxito que tiene hoy en día.
Laurence Fishburne (CSI), Gary Sinise(CSI Nueva York), Laura Linney (The big C), Hugh Laurie (House), (el insoportable) Charlie Sheen (Dos hombres y medio) motivo de los parentesis del títular de este artículo, Toni Collette (United States of Tara), Steve Buscemi (y casi todo el elenco de Boardwalk Empire) e incluso la gran Kathy Bates (Harry’s Law) han reconducido sus carreras para, en una suerte de simbiosis, recuperar cierta fama mientras dan prestigio al medio. Por supuesto, el caso contrario en el que se utiliza la pequeña pantalla para dar el salto al cine también existe, y si no, que se lo digan a John Hamm, actor de Mad Men pero cada más asiduo en la gran pantalla. Todo este rollo viene al caso porque la primera que vi Melissa Leo fue en un capítulo de CSI. Su papel era de unos 10 minutos como mucho, pero ya llamaba la atención su magnética interpretación y ayer fue galardonada con un Oscar. Casi nada. Cine y televisión; televisión y cine: Dios salve esta fructífera relación.
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