Hoy hago un parón en mi extenuante ingesta de series para rendir homenaje a la penúltima gran estrella de Hollywood (me parece que la única que sobrevive es la incombustible Lauren Bacall, quien parecía una mujer cuando era una niña y ahora que es anciana parece una mujer…). Ayer falleció la inigualable Elizabeth Taylor, la mirada violeta de Hollywood, por utilizar el topicazo en el están cayendo todos los diarios españoles. Y es que Liz (como odiaba que la llamaran) era mucho más que unos ojos.
Era el símbolo de las mujeres de la época, una mujer de carácter que no se dejó dominar por nadie. Dueña de sí y señora de su vida, la Taylor se casó ocho veces, dos de ellas con el borrachazo más temido de Hollywood, Richard Burton. Dama del Imperio Británico, pasará a la historia por su incesante lucha contra el SIDA que acabó con uno de sus grandes amigos, Rock Hudson y, sobre todo, por sus portentosas interpretaciones siempre llenas de pasión.
Con Hudson rodaría Gigante (el tercero en discordia era el mito, James Dean) una epopeya con un drama familiar de fondo absolutamente terrible. Pero también actuó junto a otros grandes del cine: con Paul Newman (la otra mirada de Hollywood) ofreció un auténtico tour de force interpretativo en la historia de un matrimonio autodestructivo llamada La gata sobre el tejado de zinc (apunte: quien no haya visto esta película no sabe lo que es interpretar); junto a Richard Burton rodó la faraónica Cleopatra, La fierecilla domada o ¿Quién teme a Virginia Woolf?, film que le reportó su segundo Oscar y por el que le gustaría ser recordada; robó protagonismo a la mismísima Katherine Hepburn en De repente, el último verano; Spencer Tracy la acompañó al altar en El padre de la novia. Y así podríamos repasar una carrera plagada de interpretaciones únicas.
Quienes la conocieron la describen como una mujer de fuerte personalidad pero de débil salud, una mujer tremendamente cálida a pesar de la frialdad de su rostro, una mujer delicada y encantadora a pesar de sus papeles de mujer dura y cruel. Una mujer, en fin, llena de contradicciones, como cualquier ser humano. La diferencia es que ella era, además, la más brillante de las estrellas de Hollywood; una estrella que siempre recordaremos. DEP.
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