He de reconocer que la octava temporada de Entourage me estaba dejando más bien frio. Y hablo en pasado porque el último capítulo de la serie ha purgado los (pocos) pecados que tenía. Una vez acabada la serie podemos decir, sin ningún tipo de dudas que Entourage es una de las series de la década. Y Ari Gold el mejor personaje de la historia de la televisión, of course. ¿Qué me puede la pasión con esta serie? Sí, lo reconozco. Pero es que de eso va Entourage: de dejarse atrapar por ese mundo de lujo, desenfreno y vidas al límite que viven para un tipo de diversión y frivolidad que sólo consigue el dinero.
Ahora bien, que no se me entienda mal. Entourage es una serie frívola, sí, pero no una tontería frívola. No olvidemos que es HBO, sinónimo de calidad en toda serie que dure más de dos temporadas. No olvidemos tampoco que no ha habido temporadas de transición (lo más parecido ha sido la octava temporada), algo inconcebible en cualquier serie; en todo caso hubo capítulos de transición, peccata minuta para una serie de 20 minutos. Tampoco conviene olvidar que siempre ha sido una serie coherente, justa con sus personajes, lógica en su realismo e increíblemente creíble en su planteamiento. Por último, hay que recordar el carisma que desprenden todos los personajes: desde el infantilismo de nuevo rico de Vincent hasta la pluma de Lloyd, pasando por la cándida estupidez de Drama, la responsabilidad de Eric o la pereza contagiosa de Turtle.
Es cierto que los personajes femeninos quedan avasallados ante tanta testosterona, pero destacan la rudeza de Shauna y la belleza y bondad de Sloan por encima de muchos rasgos “machitos” de los protagonistas. Más perjudicadas salen Mrs. Gold (cuyo nombre se desvela en el último capítulo de la serie) y Barbra Miller, eclipsadas por la interpretación de un soberbio Jeremy Piven en la piel de Ari Gold.
Piven tiene a su cargo un papel histriónico y descarado, pero lleno de bondad, lealtad y amor a los suyos. Aquí estriba la dificultad de su personaje: a pesar de ser racista, machista, misógino, homófobo, cruel y despiadado, en ningún momento se duda de que es un hombre que ama a su mujer y sus hijos por encima de cualquier cosa. El final que los creadores de la serie le han dado es absolutamente conmovedor. Y justo. Echaremos de menos sus gracias y menosprecios a Lloyd, que tan buenos momentos de comedia inteligente nos han dado. Echaremos de menos Entourage, hasta que llegue la película, quiero decir. Una película en la que espero que mantengan el tono de la serie. Será difícil, pues el caso más reciente (Sexo en Nueva York) dejaba bastante que desear en su versión para la gran pantalla. Vincent y sus chicos se merecen algo mejor; se merecen lo mejor. ¡Hasta siempre, muchachos!
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