Ayer estuve con varios amigos que dicen que están hartos de que ataque a los políticos por meterse en cuestiones morales hasta el punto de que cierta corriente política nos dice lo que está bien y lo que está mal. Yo les respondí que continuamente están escuchando mensajes políticos de escandalosa inmoralidad y, sin embargo, se los tragan sin rechistar.
Como me sería imposible explicar con ejemplos todos los frentes desde los que recibimos mensajes subliminales educándonos en sus “virtudes”, me fijo desde aquí en el ámbito de las series de televisión, que cada día son más sectarias y negativas. De hecho, en los últimos años, no hay ni una sola serie donde no se juzguen conductas y nos intenten inculcar ideas. Así, después de esta afirmación tan tajante y radical (como a mí me gusta), paso a describir algunos ejemplos:
Glee: El caso de esta serie es, probablemente, el más perverso de todos en su visión de la homosexualidad, la religión y las relaciones prematrimoniales. Vayamos por partes:
El personaje gay de esta serie es un harén de virtudes que sólo recibe malos tratos por parte de los duros del instituto, los heteros de pro, radicales y estereotipados hasta la náusea. Sin embargo, esta visión está totalmente generalizada en el panorama televisivo actual, aunque no por ello deja de ser nociva y tremendamente injusta. Un ejemplo de ecuanimidad en el trato entre heterosexuales y homosexuales sería Modern Family, aunque tampoco me parece bien el concepto de familia que tiene esta serie…
Pero lo realmente nocivo de esta serie es su imagen de la religión. No sé si os habíais fijado, pero yo sí: la animadora, de cuyo nombre ni me acuerdo ni me interesa, es un personaje absolutamente malo, envidioso, cruel, hipócrita,… “lo-peor-de-lo-peor”, que dirían los pijos; si hay un personaje especialmente creado para ser cúmulo de vicios y defectos, es éste que, curiosamente (o no), lleva una cruz colgada del cuello. Para más inri, la niñata va de virgen por la vida, pero le encanta llegar al límite y provocar a los hombres. Una joyita, vamos.
Y como se me está calentando la boca, prefiero dejar el resto de ejemplos para mañana, porque si no, corro el riesgo de perder la objetividad que siempre me ha caracterizado. He dicho.
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