miércoles, 22 de junio de 2011

Nuestro ala oeste

Aprovechando que ayer cité El ala oeste de la Casa Blanca, he aprovechado para recuperar algunos capítulos de esta serie que marcó una época. Aparte de reconocer el impresionante magnetismo de sus personajes, me reafirmo en lo que dije ayer: sus diálogos resultan algo pedantes y resabiados, condescendientes con el espectador. Sin embargo, la humillación por sentirse un ignorante queda paliada cuando quien la provoca es Josh, Tobey o Claudia Jean. Y es que, el carisma de los personajes de El ala oeste es, sin duda, la mayor virtud de esta magnífica serie.
Alguno pensará que soy un esquizofrénico por definir los guiones como condescendientes e insultantes y, aun así, catalogar la serie como magnífica. Y alguno se asombrará cuando diga que esos guiones tan humillantes para el espectador me parecen el otro gran acierto de la serie. Pues sí, los dos grandes puntales de esta Casa Blanca son los diálogos y los personajes. ¿Se puede decir por tanto que me guste que me insulten a la cara? Sí y no.
Sí me pueden insultar con su desdén aquellos que usan su inteligencia y la ponen al servicio del bien de su país; aquellos cuya sabiduría se pone de manifiesto para desarrollar un trabajo cuya complicación es extraordinaria; en fin, se puede reír de mí no el que quiera, ni siquiera el que pueda, sino el que demuestre que puede hacerlo. Sin duda estos tipos han demostrado su capacidad para poderse reír de mí, así que yo les dejo gustoso que durante cuarenta minutos me restrieguen su fanfarronería por la cara, esperando que se me pegue algo.
Sin embargo, también he dicho que no me gusta que se rían de mí. Y no me gusta que se ría el ignorante prepotente, ni el necio presuntuoso, ni el inculto bravucón que te mira por encima del hombro sin ser consciente del sonrojo que provoca por su desvergonzado comportamiento. No permito que me traten con condescendencia los políticos corruptos, mentirosos, incompetentes, hipócritas, ineficaces, deshonestos y traidores al país al que se deben y a los ciudadanos a los que representan.
Haciendo una comparación tonta, prefiero al Bartlet presuntuoso de la Casa Blanca a nuestro corderito Zapatero atrincherado en Moncloa. Sin ánimo de hacer política debo reconocer que sentí vergüenza de nuestra administración cuando ayer volví a ver El ala oeste de la Casa Blanca…

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