martes, 21 de junio de 2011

Una gata herida

Que Mad Men es buena, nadie lo niega. Que Dexter es muy buena, tampoco. Sin embargo, esta temporada, esta pareja de ases ha sido superada por otras dos obras maestras.
Una es Boarwalk Empire, la apuesta de HBO con Scorsese dirigiendo el piloto. Se trata de una serie sobresaliente cuyo mayor defecto es que es conocedora de su perfección, lo que a veces la hace ser resabiada y sabelotodo. Este es un pecado que comparte con dos joyas televisivas: la ya citada Mad men y la multipremiada El ala oeste de la Casa Blanca. Las tres poseen unos diálogos tan relamidos y snobs que terminan por alejar al espectador medio de sus tramas para captar la atención de la crítica gafapasta y casposa que puebla nuestro mundo.
La otra serie es The good wife, cuya mayor virtud es la contraria: la humildad de su planteamiento y la naturalidad en sus diálogos. Esto no quiere decir que sea una serie facilona o con tramas planas y carentes de interés. La sencillez que destila cada fotograma contrasta con la densidad de un argumento en el que no sobra ni una coma. Sus capítulos son como bombas de relojería perfectamente sincronizadas y de una precisión maravillosa. Ver un capítulo de The good wife es el placer más culpable que uno pueda tener, pues su maestría resulta tan patente que sobrecoge el corazón.
Pero, ¿qué pasa en la segunda temporada que me tenga tan agitado? Prefiero no desvelar nada, aunque sí puedo adelantar que la Alicia Florrick de ahora es mucho más salvaje que la anterior. La herida causada por su marido la ha hecho fuerte y determinante, pero también más sensible a los ataques. Como botón de muestra baste saber que la protagonista rompe a llorar cuando se entera del enésimo engaño de su marido, algo impensable en la mujer fría e impertérrita de la primera temporada.
A la excelente labor de Julianna Margulies, actriz capaz de expresar cualquier sentimiento u estado de ánimo con tan sólo arquear una ceja, se suman la excelente Christine Baranski y su cautivadora risa y Archie Panjabi, que esta vez tiene un papel más corto y, sin embargo, muchísimo más importante. Hay que reconocer  que este trío femenino funciona mejor que el formado por Will, Cary y Peter, demostrando una vez más que las mujeres actúan mejor que los hombres, se mire por donde se mire. Aun así, todos los personajes parecen más compenetrados, más naturales y más humanos. Las sombras de los personajes ya no son lagunas de guión, sino algo intencionado para otorgarles esa aura casi mágica que mantiene pegado al televisor durante los frugales cuarenta minutos que dura cada capítulo.
En resumen, esta segunda temporada que acaba de concluir nos presenta a una gata herida en un mundo de depredadores donde todavía caben los sentimientos humanos tales como la redención, el odio, la venganza, los resentimientos, la pasión… y el amor, un amor sorprendente aunque esperado. Un amor que nos hace esperar con ansia la tercera temporada.

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