viernes, 7 de octubre de 2011

Avilés, capital de la cultura

Sé que han sido pocos los que me han extrañado estos días y menos aún los interesados en los motivos de mi ausencia, pero aun así explicaré el porqué de mi desaparición. La razón tiene nombre y apellido: Kevin Spacey. Y es que, el bueno de Kevin, aterrizaba en España para ofrecer cinco únicas representaciones de Ricardo III en un teatro de Avilés. Así pues, como buen freak de los buenos actores, me hice con unas entradas (que me costaron conseguir Dios y ayuda, por cierto) y me chupé casi quinientos kilómetros para estar unas horitas en una de las ciudades más industriales de España.

Kevin Spacey con estudiantes de teatro en Avilés

Pocos días antes de la partida muchos amigos me decían que era un friki, como se esa palabra me ofendiera lo más mínimo… El caso es que al final sólo encontré otro loco que se viniera conmigo, decisión que ahora ha devenido en fundamental en su vida, pues lo vivido en Avilés sólo puede catalogado de impresionante e histórico Espectáculo. Así, con mayúsculas.
Porque lo vivido en Avilés el pasado fin de semana ha sido espectacular, unos días memorables que permanecerán en mi memoria para siempre. No sólo tuve la oportunidad de ver a dos metros de mí a ese portento interpretativo que es Spacey (ganador del Oscar en dos ocasiones por dos personajes tan memorables como él), sino que, también, tuve la oportunidad de participar en una tertulia con él y cincuenta estudiantes de teatro. En esa charla, nos animó a seguir nuestros sueños y a vivir la interpretación con pasión. Una pasión que derrochó sobre las tres horas largas que estuvo interpretando al loco del rey Ricardo III en la obra homónima de Shakespeare.
Francamente, y a riego de confirmar mi condición de friki, espero que Kevin y su compañía vuelvan pronto a España para demostrarnos que actuar es dejarse la piel en el escenario, tal como hicieron ellos. Larga vida al rey Ricardo III y a su magnífico séquito.

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