lunes, 21 de febrero de 2011

Por qué me gusta Dexter


Hoy que tengo algo de tiempo quiero explicar por qué me gusta Dexter. Los motivos se pueden resumir en uno: porque me siento identificado. Alguno se habrá escandalizado o, incluso, habrá quien haya pensado que he perdido la cabeza. ¿Identificado con un asesino en serie que mata por un deseo irrefrenable al que debe dejar alguna vía de escape? Dicho así, evidentemente no me siento identificado. Sin embargo, el personaje que se ve obligado a utilizar una máscara ante el mundo para que el mundo no descubra el monstruo que hay en él, me dejó helado por lo que tiene de común a toda la humanidad.

Todos intentamos ocultar algo: hay quien se empeña en disimular sus granos, otros utilizar faja para disimular su gordura, algunos sonríe de forma sistemática y sin ganas en su afán de ocultar su insatisfacción ante una historia supuestamente graciosa,… Todos tenemos un componente de doble personalidad que hace que nos cerremos en banda ante un conocimiento profundo y total por parte de cualquier semejante. Sí, el hombre tiene un lado oscuro. Unos lo tienen bien oculto y controlado en los abismos de su interior; otros se dejan poseer por su otro yo de forma que se superponen uno y otro.

Descubrir una serie que revela este hecho es un soplo de aire fresco. Pero si encima resulta que los mundos contrastados son totalmente opuestos y el resultado es cuasi perfecto, a mi me aplauden las orejas. Y eso es Dexter: un personaje absolutamente oscuro que se ve forzado a adoptar una apariencia normal; una serie cuyos actores rozan la perfección interpretativa; una frialdad en la puesta de escena que acojonaría a Brian de Palma y a Martin Scorsese (por citar dos directores cuya puesta en escena resulta particularmente dura.

Además, cuando parecía que Dexter ya nos lo había dado todo, aparece John Lightow para demostrarnos que una vuelta de tuerca siempre es posible hasta en las series más brillantes. Sin embargo, la vuelta fue tan desproporcionada que parece que la quinta no se ha encontrado a gusto en ningún momento, apabullada por la temporada anterior. Lástima, aunque seguro que esta serie conseguirá sorprendernos de nuevo. Tiempo al tiempo.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Una ley absurda

Por fin se ha aprobado la ley Sinde, por lo que a partir de ahora, todo el que se descargue algo de la red será perseguido hasta el infinito y más allá para purgar por sus delitos. Pero pagar, ¿a quién? Pues a las comparsas de El Señor de la Ceja, que algo bueno tiene que tener apoyar a ZP. Este aviso es para recordarnos que es a partir de la publicación de la polémica ley en el BOE cuando los que nos descargamos películas, series o canciones empezaremos a hacer algo ilegal.

Parece una idiotez lo que acabo de decir. Pues sí, es una idiotez, lo reconozco. Pero una idiotez que conviene explicar a esos apóstatas del derecho llamados socialistas. Y llamarles apóstatas es decir demasiado, pues para apostatar antes hay que haber creído, cosa que dudo en semejantes especímenes. Porque ilegal es lo fuera de ley, pero para estar fuera antes tiene que haber ley. Vamos, de Perogrullo.

Una vez dicho esto y tras haber reconocido que yo me descargo entre cuatro y cinco películas al día, tengo que decir que dejaré de descargarme series y películas, pero eso no va a hacer que consuma más. Pero no por soberbia o por chulería, sino simplemente porque al cine sólo voy a las películas que me interesan y tan sólo me descargo aquellas películas que jamás iré a ver al cine. Por este motivo creo que Álex de la Iglesia tenía razón en su discurso de los pasados Goya cuando dijo que Internet es un medio para ver cine; un medio que está siendo perseguido en vano cuando es una ola imparable con la que no van a poder.

Cuando surgió la televisión muchos magnates de Hollywood se echaron a temblar al principio, pero después se dieron cuenta del potencial como aliado que tenía la pequeña pantalla. La alianza llevó a una nueva edad de oro en Hollywood. Ahora se presenta de nuevo la ocasión de un nuevo Big Bang para el cine y la televisión, pero esta vez los dirigentes no quieren ver las ventajas de un acuerdo. Peor para ellos: ganarán una batalla, pero la guerra la tienen perdida de antemano…

lunes, 14 de febrero de 2011

Gracias Álex

A continuación reproducimos íntegramente el discurso que Álex de la Iglesia dio ayer en los Goya durante su última ceremonia como presidente. ¡Olé!:
Álex de la Iglesia durante su discurso de ayer

El día de hoy ha llegado porque hace 25 años, doce profesionales de nuestro cine, en medio de una crisis tan grave como la nuestra, caminaron juntos a pesar de sus diferencias. Quiero empezar este discurso felicitando a los fundadores de la Academia.
No sólo ellos, sino todos los que me han precedido en esta institución, vicepresidentes, miembros de las juntas directivas y el conjunto de los académicos, nos han traído esta noche aquí, al Teatro Real, para celebrar el 25º aniversario de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas y la existencia misma de los premios Goya. A todos, muchísimas gracias. Puede parecer que llegamos a este día separados, con puntos de vista diferentes en temas fundamentales. Es el resultado de la lucha de cada uno por sus convicciones. Y nada más. Porque en realidad, todos estamos en lo mismo, que es la defensa del cine.
Quiero por ello felicitar y agradecer a todos los que estáis aquí, por caminar juntos en la diferencia, y hasta en la divergencia. Hacemos mucho ruido, pero es que esta vez, hay muchas nueces. El choque de posturas es siempre aparatoso y tras él surge una nube de humo que impide ver con claridad. Pero la discusión no es en vano, no es frívola y no es precipitada. No podemos olvidar lo más importante, el meollo del asunto. Somos parte de un Todo y no somos nadie sin ese todo. Una película no es película hasta que alguien se sienta delante y la ve. La esencia del cine se define por dos conceptos: una pantalla, y una gente que la disfruta. Sin público esto no tiene sentido. No podemos olvidar eso jamás.
Dicen que he provocado una crisis. Crisis, en griego, significa “cambio”. Y el cambio es acción. Estamos en un punto de no retorno y es el momento de actuar. No hay marcha atrás. De las decisiones que se tomen ahora dependerá todo. Nada de lo que valía antes, vale ya. Las reglas del juego han cambiado. Hace 25 años, quienes se dedicaban a nuestro oficio jamás hubieran imaginado que algo llamado Internet revolucionaría el mercado del cine de esta forma y que el que se vieran o no nuestras películas no iba a ser sólo cuestión de llevar al público a las salas. Internet no es el futuro, como algunos creen. Internet es el presente. Internet es la manera de comunicarse, de compartir información, entretenimiento y cultura que utilizan cientos de millones de personas. Internet es parte de nuestras vidas y la nueva ventana que nos abre la mente al mundo.
A los internautas no les gusta que les llamen así. Ellos son ciudadanos, son sencillamente gente, son nuestro PÚBLICO. Ese público que hemos perdido, no va al cine porque está delante de una pantalla de ordenador. Quiero decir claramente que no tenemos miedo a Internet, porque Internet es, precisamente, la salvación de nuestro cine. Sólo ganaremos al futuro si somos nosotros los que cambiamos, los que innovamos, adelantándonos con propuestas imaginativas, creativas, aportando un nuevo modelo de mercado que tenga en cuenta a todos los implicados: Autores, productores, distribuidores, exhibidores, páginas web, servidores, y usuarios.
Se necesita una crisis, un cambio, para poder avanzar hacia un nueva manera de entender el negocio del cine. Tenemos que pensar en nuestros derechos, por supuesto, pero no olvidar nunca nuestras obligaciones. Tenemos una responsabilidad moral para con el público. No se nos puede olvidar algo esencial: hacemos cine porque los ciudadanos nos permiten hacerlo, y les debemos respeto, y agradecimiento. Las películas de las que hablamos esta noche son la prueba de que en este país nos dejamos la piel trabajando. Sin embargo, el mismo esfuerzo o mayor hicieron tantas otras películas que no han llegado a los sobres de las candidaturas. Ellos también se merecen estar aquí, porque han trabajado igual de duro que nosotros.
Quiero despedirme en mi última gala como presidente, recordando a todos los candidatos a los Goya tan solo una cosa: qué más da ganar o perder si podemos hacer cine, trabajar en lo que más nos gusta. No hay nada mejor que sentirse libre creando, y compartir esa alegría con los demás. Somos cineastas, contamos historias, creamos mundos para que el espectador viva en ellos. Somos más de 30.000 personas que tienen la inmensa suerte de vivir fabricando sueños.
Tenemos que estar a la altura del privilegio que la sociedad nos ofrece. Yo creo, con toda humildad, que si queremos que nos respeten, hay que respetar primero.
Y Por último, me gustaría contarle algo al próximo Presidente de la Academia, que ya me cae bien, sea quien sea: estos han sido los dos años más felices de mi vida. He conocido gente maravillosa de todos los sectores de la industria. He visto los problemas desde puntos de vista nuevos para mí, lo que me ha enriquecido y me ha hecho mejor de lo que era. He comprobado que trabajar para los demás es una experiencia extraordinaria por muy duro que resulte en un principio, y sobre todo: han pasado 25 años muy buenos, pero nos quedan muchos más, y seguro que serán mejores.
Buenas noches.

En nombre de todos los internautas, ¡gracias Álex!

lunes, 7 de febrero de 2011

Policías al límite

Hay series muy parecidas entre ellas. Y no hablo sólo de los tres CSI que todavía se emiten, aunque sí de su género. Porque series policíacas tenemos a patadas: Mentes criminales, Miénteme, NCYS, El Mentalista, Hawaii 5.0 y un largo etcétera que me resulta muy pesado enumerar. El caso es que, entre los distintos ejemplos tenemos series buenas y regulares, pero rara vez la serie es mala.

Y es que la acción, la tensión, el suspense y todo lo que rodea a la ficción de policías resulta siempre entretenido. Puede que sus guiones no sean los mejores, puede que sus actores no sean los mejores, puede incluso que las series no sean las mejores, pero se manejan en la línea de calidad media mejor que ningún otro género (mejor que el drama y, desde luego, mejor que muchas comedias). Sin embargo, esa línea media de calidad, donde ninguna destaca demasiado sobre las otras, puede restar importancia a su mérito, algo que sería tremendamente injusto. Pues, si hay algo difícil en el mundo televisivo es entretener al público con un mínimo de inteligencia en el argumento, algo que, repito, se da en casi todas las series policíacas que actualmente se emiten en televisión.

Otra cuestión de agradecer en el panorama de este tipo de series es que no exige ver todos los capítulos pues, en general, no tienen un argumento general, es decir, la serie no avanza, sino que consiste en una acumulación de casos distintos que el detective o policía en cuestión debe resolver en los cuarenta minutos que dura el capítulo. Personalmente, yo sigo Miénteme, CSI Miami, Mentes criminales (cuya calidad mejora temporada tras temporada), mi idolatrada El Mentalista. The closer y NCYS. No todas ellas son buenas, pero me entretienen mucho, y eso me gusta. Además, ya lo dije una vez: ¿qué hay más importante que entretener para una película por capítulos que semana tras semana debe convencer a la audiencia de que le vea? Por otro lado, ¿qué hay más entretenido que ver a un puñado de policías al límite semana tras semana?

viernes, 4 de febrero de 2011

Unidos con Toni

Hay series a las que se les permite todo y series a las que no se les pasa una. Yo, por ejemplo, a Perdidos no sólo le paso que no nos contara qué es exactamente la isla, sino que me parece de los mejores finales jamás escritos. Sin embargo, es ver a la protagonista de Glee, con esos labios tan desagradablemente operados y me pongo enfermo. ¿Manías? Probablemente, pero quien esté libre de ellas que tire la primera piedra.

El caso es que hay una parte de la crítica que no puede soportar United States of Tara, esa incomprendida serie en la que la inmensa Toni Collette se luce. El caso es que, lo admitan o no, la animadversión que provoca esta serie es fruto del odio visceral que provoca la ínclita Diablo Cody. Y es que hay quien no puede soportar el éxito mediático que ha conseguido la otrora streaper en su nueva faceta de escritora. Pues que quede bien claro: a mi me encanta lo que hace esta mujer. Porque escribir como se habla tiene su mérito, y si encima resulta natural en pantalla, mucho más.

Tara y sus múltiples personalidades
Lo que pasa es que algún intelectualoide del tres al cuarto no concibe un caso así. Peor para ellos: cuanto más tarde lo asuman menos tiempo les quedará para poder disfrutar de una de las series más mordaces e irónicas de la actualidad televisiva, además de una de las mejores actrices que existen el panorama actual. Y es que la Collette es impresionante: todo lo que tiene de fea lo tiene de buena actriz. Y más: hay que reconocer que, por muy buenos que sean los guiones (aunque reconozco que en algún momento decaen), la serie tampoco sería la misma sin la actriz de El sexto sentido (tal vez la única que podría acercarse es Eddie Falco, otra gran actriz con nombre equívoco…). Así pues, unidos a Collette, los diálogos adquieren la naturalidad y frescura de una serie sin complejos altamente recomendable.

jueves, 3 de febrero de 2011

¡Que vienen los zombies!

Me da un poco de rabia no encontrar en este nuevo año, series que comiencen con intención de comerse el mundo. Tras unos años donde la ficción por capítulos era absolutamente maravillosa, unos años en los que, temporada tras temporada se estrenaban un puñado de series buenas, parece que la sequía imaginativa ha llegado a las mentes de los guionistas televisivos. Tan sólo una excepción (eso sí, magistral), de nombre Boardwalk Empire. El resto, mejor no hablar. Ni siquiera The walking dead con su éxito exacerbado puede considerarse que esté al nivel.

Conste que a mi la serie de Frank Darabont no me disgusta. Pero el director de Cadena Perpetua ha optado por una manera de narrar muy próxima al telefilm, lo que, desde mi punto de vista, es un error se mire por donde se mire. De hecho, haciendo un repaso rápido por su filmografía, me doy cuenta de que casi todas las películas de Darabont han sido rodadas con ese estilo retro y esa lentitud en el montaje que define a los telefilms (otra característica son los irrisorios doblajes, pero eso no es culpa del director). De hecho,  tres de sus obras recientes más conocidas, Cadena Perpetua, La milla verde y The Majestic narran historias de comienzos o mediados del siglo veinte, tal vez para paliar las carencias de una fotografía mate en exceso (en especial en The Majestic, donde por la historia suponíamos más color). Ahora, con The walking dead, me doy cuenta de que probablemente sea el único recurso dramático de un director que tal vez dio demasiado en el film protagonizado por Tim Robbins. Bueno no, el único recurso no: también utiliza reiteradamente los montajes plomizos para recalcar la triste situación de sus personajes.

En fin, que lo siento en el alma, pero por mucho aire que se den los críticos profesionales, esta serie no podrá durar más de dos o tres temporadas. He dicho.

miércoles, 2 de febrero de 2011

¡A por los piratas!

Sé que prometí escribir todos los días un post comentando una serie, un capítulo o algo relacionado con el mundo televisivo. Sin embargo, los principales portales de Internet llevan casi una semana sin subir ni una serie a la red. Tal vez sea como reacción-protesta a la ley Sinde, aunque sería más lógico protestar petando la red a base de colgar hasta las películas de Paco Martínez Soria. Pero, como digo, no lo sé, aunque esta introducción metida con calzador me sirve para hablar de lo que realmente quiero: el acuerdo, absolutamente injusto, al que han llegado los políticos para aprobar una ley en la que se pone al mismo nivel descargarse una película que conducir borracho. Este despropósito, facilitado por un Código Penal absolutamente irrisorio, se aprobará en breve en el Congreso con apoyo del 90% de los votos.

Dejando de lado disquisiciones legales (desvelar las paradojas de nuestro sistema llenaría libros y libros), me pongo a criticar la hipocresía farisaica de los políticos. Conste que no me quejo de que prohíban las descargas gratuitas, pero si tengo motivo para mostrar mi frustración por dos hechos: la persecución a la que se va a someter al internauta al que no se le da siquiera la posibilidad de poder pagar para descargarse una película; y lo absurdo de las justificaciones de ciertos políticos para la aprobación de esta ley. Porque, no nos engañemos, esta ley no se hace ni para proteger la propiedad intelectual del creador, ni para defender el arte. Esta ley se aprueba para que se sigan enriqueciendo los pobres “artistas” ricos, que se quejan de que la piratería reduce sus ventas de CD, etc.

Vamos a ver si me explico: un “artista” lo que más quiere en el mundo es llegar al público, es decir, que su música evoque (en el caso de los cantantes), impactar con su interpretación (en el caso de los actores), conmover con su lenguaje (en el caso del escritor) o dejar prendado al espectador (en el caso del pintor). Evidentemente, tiene que vivir, pero eso no implica que prime su afán de ganar dinero sobre el de expresar su arte. Dejando de lado a escritores y pintores, a los que no afecta esta ley (y que son los que han llegado al acuerdo más lógico y justo con los representantes de medios informáticos), tenemos a los cineastas (en el sentido de todas las personas que se dedican al mundo del cine) y cantantes.

En el caso de los cantantes, siento decir, por mucho que Alejandro Sanz se ponga farruco apoyando la ley Sinde, que los únicos perjudicados por la piratería son las discográficas. Como explicó Alaska en una entrevista, el cantante se lleva, como mucho, un euro por cada disco, lo que supone menos del 5% del total del disco. Si a las discográficas se les permite robar cobrando 24 euros por 13 canciones (¡casi 2 euros por canción!), a todos se nos debe permitir robar descargándonos las canciones. Aquí, o follamos todos, o la puta al río.

En el caso del cine, el despropósito es aún mayor si tenemos en cuenta el reciente caso de Avatar, película que duplicó lo ingresado por Titanic, hasta ahora, la película con mayor recaudación de la historia. Alguno dirá que por el 3D; yo se lo reconozco sólo a medias: el número de espectadores fue mayor en las salas 2D que en las de 3D. ¿Más casos recientes? Toy Story 3, Origen y Valor de ley, por poner tres ejemplos de películas que, además, lucharan por el Oscar dentro de 25 días…