jueves, 27 de octubre de 2011

Con Dexter, vuelve el canguelo


Dexter ha vuelto, y con mucho canguelo. Pero que nadie se frote las manos, pues el canguelo lo da el esperpento que han hecho con la sexta temporada de nuestro asesino en serie favorito. Y es que mezclar Dexter y la religión es una bomba de relojería que puede acabar con la serie antes que canta un gallo. Tal vez ese sea el propósito de los productores y guionistas: prepararnos para lo inevitable, esto es, el fin de Dexter.
Pero más allá de conjeturas, la religión no es la única cagada. Los guiones, hasta ahora mordaces e inquitantemente inteligentes se han vuelto pobres, vacíos e insulsos. Y eso sin entrar en los monólogos interiores de Dexter, que intentan ahora dar una lección moral al espectador. Tal cual como suena. Sé que es patético, pero así es. Después de una cuarta temporada perfecta y una quinta de transición, esperábamos una sexta temporada arrebatadora, donde se anunciara el apocalipsis de Dex, pero también su victoria. Porque Dexter, aunque muera, debe ganar. Se lo merece.
Los personajes secundarios tampoco funcionan en esta sexta temporada. La personalidad paternalista de Batista ha mutado en resentida y apenada; la ambiciosa Laguerta parece desnortada en sus pretensiones; Mazuka está comedido en todos los sentidos y luego está Debra. Los que han hecho con este personaje es una de las mayores injusticias de la tele. De marimacho de apariencia fuerte pero vulnerable ha pasado a un grotesco personaje recién salido de una telenovela. Y es que su relación con Quinn resulta, como mínimo patética por la carencia de interés y lo ñoña que resulta.
De todas maneras, que nadie se asuste: no es que Dexter sea una mala serie; “sólo” es infinitamente peor que las anteriores, aunque infinitivamente superior al 90% de las series. Y tiene muchas cosas buenas entre ellas los malos: Edward James Olmos está muy grande y Colin Hanks, aunque sobreactuado, mejora con respecto a sus films…

lunes, 17 de octubre de 2011

Se veía venir

Cuando Patrick Jane acabó con su archienemigo en el último capítulo de la temporada pasada, muchos nos temimos que en realidad éste no fuera John el Rojo. Y es que no casaba la idea de un John muerto durante toda la cuarta temporada cuando su sombra ha planeado por todos los capítulos de cada temporada anterior. Además, el Josh de El ala oeste de la Casa Blanca no podía ser el temible hombre que asesinó a la familia de Jane. Este segundo punto ya lo dije claramente en mi último post sobre la serie, criticando la elección de la (supuesta) némesis del mentalista.
 Después del ejercicio de deducción que acabo de protagonizar, puedo decir con orgullo que nuestros temores se han cumplido: John el Rojo sigue vivo y Patrick está más dispuesto que nunca a acabar con él. Ahora la serie mantiene su razón de ser y ha recuperado el interés que había perdido en los últimos capítulos. Desde luego, la autocampaña de marketing ha sido perfecta y, los resultados, apabullantes.
En esta cuarta temporada, esperamos un Patrick mucho más lanzado, ahora que tiene a John a tiro. Lisbon, cada vez más rendida al encanto de Jane, le seguirá a-donde-quiera-que-él-vaya. El resto de personajes se irán difuminando, pues la acción de la serie lo requiere y Patrick Jane lo necesita si esta temporada quiere atrapar al asesino de su familia. Porque, si los guionistas son listos, esta temporada se centrará en John y Jane, para dar carpetazo a la serie a lo grande en esta temporada. Los personajes se lo mereces; y los fans necesitamos una serie que no derive en culebrón por una indigestión de temporadas (véase Cómo conocí a vuestra madre).

jueves, 13 de octubre de 2011

Dexter y Alicia: muy distintos; igual de buenos

He de reconocer una cosa: si no fuera por Dexter Morgan y Alicia Florrick (así como cualquier personaje de Modern Family) hace algunos meses que habría dejado definitivamente de ver la tele. Y no porque no haya más series que me gusten, sino porque estos personajes han conseguido eclipsar cualquier otro papel de cualquier otra serie. Esto no quiere decir, necesariamente, que sus actores sean los mejores, pero sí que son los personajes más cautivadores de unas series brillantes. Por poner un ejemplo a vuelapluma, creo que Bryan Cranston es un actorazo, pero tiene a su cargo un papel menos agraciado en una serie mucho más “sucia”.
Pero las comparaciones son odiosas, así que me voy a limitar a explicar por qué me parecen tan grandes estos personajes.  Y lo haré por separado, pues algunos motivos son opuestos., aunque no contradictorios.
Empiezo por Dexter, viudo, padre, hermano, analista profesional de la policía y… asesino en serie. O justiciero de la noche, como preferimos llamarle algunos. Y es que es imposible no sentirse identificado con el pasajero oscuro de Dexter, ni sentir simpatía por un personaje empeñado en ser humano. Michael C. Hall ofrece un ejercicio de contención y expresividad absolutamente perfecto. Todo ello aderezado con unos diálogos más hirientes que los cuchillos del protagonista. Mordacidad, humor negro, drama, amor y mucho Maimi para una de las series más sólidas de la televisión actual.
En cuanto a Alicia Florrick, ¿qué puedo decir? Quien me conozca sabe que bebo los vientos por este personaje. Y es que lo mío con Julianna Margulies, es amor platónico. ¿Por qué? Porque la cabrona es la actriz más sosa del mundo y, a la vez, tiene una expresividad conmovedora. Parece contradictorio, y lo es. Pero vean la serie y atrévanse a negar que tengo razón. Sólo digo que a mí me ha hecho llorar levantando una ceja. Tal cual. Por eso es una cabrona: por hacer sencillo lo difícil y con esa naturalidad. Y es que la perfección adquiere una nueva dimensión cuando hablamos de la Margulies y su personaje, ya que capítulo tras capítulo se superan, apuntalando una serie que hace tiempo que alcanzó la perfección. Y no, no me olvido de sus secundarios de lujo; de ellos hablaré en un post próximo.

viernes, 7 de octubre de 2011

Avilés, capital de la cultura

Sé que han sido pocos los que me han extrañado estos días y menos aún los interesados en los motivos de mi ausencia, pero aun así explicaré el porqué de mi desaparición. La razón tiene nombre y apellido: Kevin Spacey. Y es que, el bueno de Kevin, aterrizaba en España para ofrecer cinco únicas representaciones de Ricardo III en un teatro de Avilés. Así pues, como buen freak de los buenos actores, me hice con unas entradas (que me costaron conseguir Dios y ayuda, por cierto) y me chupé casi quinientos kilómetros para estar unas horitas en una de las ciudades más industriales de España.

Kevin Spacey con estudiantes de teatro en Avilés

Pocos días antes de la partida muchos amigos me decían que era un friki, como se esa palabra me ofendiera lo más mínimo… El caso es que al final sólo encontré otro loco que se viniera conmigo, decisión que ahora ha devenido en fundamental en su vida, pues lo vivido en Avilés sólo puede catalogado de impresionante e histórico Espectáculo. Así, con mayúsculas.
Porque lo vivido en Avilés el pasado fin de semana ha sido espectacular, unos días memorables que permanecerán en mi memoria para siempre. No sólo tuve la oportunidad de ver a dos metros de mí a ese portento interpretativo que es Spacey (ganador del Oscar en dos ocasiones por dos personajes tan memorables como él), sino que, también, tuve la oportunidad de participar en una tertulia con él y cincuenta estudiantes de teatro. En esa charla, nos animó a seguir nuestros sueños y a vivir la interpretación con pasión. Una pasión que derrochó sobre las tres horas largas que estuvo interpretando al loco del rey Ricardo III en la obra homónima de Shakespeare.
Francamente, y a riego de confirmar mi condición de friki, espero que Kevin y su compañía vuelvan pronto a España para demostrarnos que actuar es dejarse la piel en el escenario, tal como hicieron ellos. Larga vida al rey Ricardo III y a su magnífico séquito.