lunes, 23 de julio de 2012

Sorkin vuelve a enamorar


Que Aaron Sorkin es un genio creo que no lo dudaba nadie. Que fuera capaz de superarse a sí mismo creo que sí. Al menos yo. Pero con su nueva serie se ha reído de todos los que no confiábamos en su talento paranormal y nos ha escupido una serie absolutamente brillante.

Escupido porque su serie es rápida como un escupitajo, incómoda como un escupitajo, transparente como un escupitajo y muestra un desprecio total por aquellos a los que critica, mensaje implícito del que escupe. Pero me voy a dejar de paralelismos, que me estoy dando ganas de vomitar con tanta saliva…




Al grano: la serie cuenta el día a día de unos periodistas que trabajan en un noticiario televisivo de éxito. Todo en el noticiario es políticamente correcto, las noticias se dan, en principio, de manera aséptica y sin tendencia. Pero tanta blancura, a pesar de gustar a los espectadores, repugna al jefe, que ve como la verdad se diluye entre tanto edulcorante. Decide entonces contratar a una nueva productora para el noticiario que revolucione el gallinero y que pelee por la verdad; una productora que, además, tiene un pasado con el presentador del noticiero. A partir de entonces, la vida de la redacción cambia, las tensiones se palpan, las diferencias se ponen de manifiesto y las discusiones se multiplican; pero la unidad del grupo de compañeros se pone más de manifiesto que nunca, pues todos están en el barco de la búsqueda de la verdad en cada noticia. El problema es saber si los espectadores pueden aguantar esa verdad o, peor aún, si la quieren escuchar.

Jeff Daniels como presentador, Emily Mortimer como la productora y el veterano Sam Waterson como el jefe de ambos: ¿alguien da más? Sí, Sorkin, que plaga el reparto de unos secundarios más o menos conocidos pero todos nacidos para el papel que desempeñan. Yo no sé como lo hace, pero siempre tiene actores perfectos. Y títulos de crédito perfectos, que aquí son un homenaje al periodismo y a históricos periodistas. Y música perfecta y decorados perfectos, y directores perfectos y, evidentemente, diálogos perfectos marca de la casa.

Os habréis fijado que todavía no he dicho el nombre de la serie. Lo he hecho aposta: yo, como Sorkin dejo lo mejor para el final. Y la serie se llama The Newsroom.

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